lunes, 30 de marzo de 2015

La cura.

Cuando encontró la herida dejó avanzar a la manada y, en soledad, él mismo la lamió y besó.

martes, 24 de marzo de 2015

Cuestión de fe.

Mi hermana pequeña se había creído la fantasía de que los gnomos existen. Los buscábamos emocionadas detrás de las ramas, entre matorrales, debajo de troncos… Para que no decayese la esperanza, cada tanto, yo fingía haber visto el pico de algún gorro rojo salir corriendo. Ella empezaba a dudar y para mi cada vez eran más reales. De pronto, uno de ellos saltó asustado delante de mis propios ojos; me miró sin pestañear, puso el diminuto índice delante de los labios y desapareció dejándome conmocionada y muda para el resto del día. Nunca más me atreví a creer tan firmemente en mi imaginación y volvimos a casa, las dos, aparentemente desilusionadas.

lunes, 16 de marzo de 2015

El futuro.

Desde dentro de la bola de cristal, el anciano observa su rostro joven y, feliz, sonríe a su amiga pitonisa en señal de agradecimiento.

lunes, 9 de marzo de 2015

El parque que fue.


Con mucha ilusión llevé a mi pequeña a conocer el enorme y maravilloso parque en el que jugaba de niño. A ella le pareció inmenso, disfrutó y corrió descubriendo cada rincón como si fuese un universo mágico. Yo, sonriente, me quedé mirándola sentado en un banco, sin dejar que se notase la ridícula decepción que sentía por haberlo encontrado tan reducido y pobre y por ser un gigante al que ya no le está permitido volver a entrar en el mundo de Liliput.

viernes, 6 de marzo de 2015

Tentar a la suerte.


Tenía un amigo que estaba obsesionado con los trabalenguas. A mi me hartaban pero no me atrevía a decírselo porque era muy sentido. Un día que me aburría decidí ser cruel sin que se diese cuenta:

- Anoche soñé que se te quedaba la lengua enredada de tanto decir trabalenguas.

- ¿Qué? -enseguida lo somatizaba todo- ¿Pero luego se me pasaba, no?

- No, era irreversible, un nudo marinero imposible de deshacer.

Nunca más me dio la paliza con el tema pero empezó a hablar sin parar con la lengua torcida, por si acaso.

lunes, 2 de marzo de 2015

Yo pecador.


Cuando el cura le puso delante su primera hostia consagrada rogó al Todopoderoso que le ayudase a recordar la palabra que fatídicamente había olvidado y acto seguido escuchó susurrar a una señora; "vengo en un santiamén". Convencido del milagro y con gran alivio dijo "amén" pero ya nunca más se le quitó la culpa por haberse comido después y a traición el cuerpo de su hijo Jesucristo, que el sacerdote, con espeluznante sonrisa diabólica, le posó sobre la lengua.