viernes, 6 de marzo de 2015

Tentar a la suerte.


Tenía un amigo que estaba obsesionado con los trabalenguas. A mi me hartaban pero no me atrevía a decírselo porque era muy sentido. Un día que me aburría decidí ser cruel sin que se diese cuenta:

- Anoche soñé que se te quedaba la lengua enredada de tanto decir trabalenguas.

- ¿Qué? -enseguida lo somatizaba todo- ¿Pero luego se me pasaba, no?

- No, era irreversible, un nudo marinero imposible de deshacer.

Nunca más me dio la paliza con el tema pero empezó a hablar sin parar con la lengua torcida, por si acaso.

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