martes, 21 de abril de 2015

Entrar.

El chico se quedó mirando la verja de hierro todavía cerrada y las altas paredes hormigonadas del colegio. En este primer día, todos los demás gritaban, hablaban o reían. Los adultos marcharon al trabajo atados a sus coches y la pesada puerta de rejas empezó a abrirse despacio y chirriante. Comenzaban a entrar, uniformados y en fila, cuando un fuerte dolor en el pecho le arrancó los pies del suelo y sin pensar salió corriendo con la furia de un guepardo hasta alcanzar lo alto de una colina cercana desde la que vio pasar a sus compañeros de fuera adentro como si ese acto, para ellos, no tuviese ninguna importancia.

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